Por Emanuel Bravo, contribuidor para Alapoesía
[La geometría fractal] “es un conjunto de estructuras irregulares y complejas descritas a través de algoritmos matemáticos y computacionales; los cuales reemplazan a los puntos, rectas, circunferencias y demás figuras provenientes de la matemática tradicional. Estos objetos tienen como características fundamentales las propiedades de autosimilitud y la de convivir con extraños paisajes formados por dimensiones fraccionarias.”
—Juan Pablo Braña, 2003
Nitza M. Hernández es conocida en Puerto Rico por su trabajo pedagógico. A lo largo de su trayectoria de profesora de comunicaciones y periodismo inculca en sus estudiantes un interés por las injusticias suscitadas durante la Guerra Fría, y en las primeras décadas del neoliberalismo. Tras su retiro en Salem, Oregón, donde su hija Yara Lía Delgado practica medicina, Nitza se adentra en las artes plásticas, la poesía, el arte de caminar, amar y ser solidaria. Travesía en espiral por la Tierra en el amor y el universo, publicado este año por Axiara Editorial, es su primer poemario en solo. No obstante, este debut deja la sensación de una despedida: es un portal a la vida de la voz poética, pero también una escatología. En esta trayectoria de una vida empecinada en el amor y la justicia, el amanecer y el atardecer colapsan, las geografías se subsumen entre sí como placas tectónicas —o textónicas—, los rostros rememorados de distintas fases de la vida se miran atemporalmente como alas de mariposa. Este acercamiento poético no es un poemario, o un testimonio, o una meditación, sino, nos atrevemos a sugerir sin ninguna autoridad para hacerlo, que esta es una poesía fractal.

La voz poética nos advierte desde el principio, “Siento que navego por mundos alternos universos paralelos/ entretejiendo distintos tiempos y espacios”. Su acercamiento asume una fisura en la realidad, como nos dice en “Mi ruta preferida”: “Siempre he preferido caminar / por los bordes del sendero, / así puedo ver al otro lado de la costa / más allá del horizonte.” O cuando confiesa en “El árbol detrás de mi ventana”: He sentido abandonar mi alcoba / insertarme suave entre sus ramas / volar a otros bosques y jardines transparentes / existentes en otros universos paralelos”. En este sentido, un alga del Océano Atlántico rememorada en la niñez borinqueña hace sinapsis con otra en un bosque de kelp del Océano Pacífico; las dos entidades femeninas que atestiguan el devenir de la vida yacen conexas de forma cuántica por los signos de la naturaleza. Los lugares que marcan la vida de la poeta trascienden la nostalgia para convertirse en tejidos interdimensionales, como en su “Viaje Zen en mis tres tiempos”:
Inhalo, soy roja flor de maga en los montes de Borinquen,
rosa amarilla de Oregón en su verano intenso,
copihue chileno enredado entre matorrales y
árboles de cordilleras. Exhalo, mis suaves pétalos sonríen con rayos de sol caribeño,
vuelan a Santiago y regresan al noroeste del hemisferio.
Inhalo, soy montaña sólida cemí grabado en piedra,
exhalo el verde intenso del bosque tropical de El Yunque,
Tierra sagrada de Yucajú deidad principal del corpus mágico antillano.
Inhalo, doy un salto cuántico a Machu Picchu el Monte Viejo andino,
exhalo, subo al volcán príncipe durmiente Mt Hood, la montaña más alta de Oregón.
¿Estoy alucinando esta tarde de domingo? Un soplo de primavera se hincha dentro de mi hogar en medio del invierno una puesta de sol anaranjada.
El abandono de una estilística, de la métrica, por una meditación guiada, son ejemplos de una poesía fractal que captura el colapso del orden lineal. Hay ciertos poemas, como “Sempiterna”, en los que el verso presenta una fisura o espacio en blanco entre las líneas, formando una tensión entre planos semánticos:
La muerte es la vida al revés
camina a tu lado descansa en tu sombra
sin pedir permiso sin soltar tu mano
observa en secreto tus cuentos
se ríe contigo llora tus penas
Conoce tu historia
Sempiterna muerte la de muchos nombres
Representaciones ancestrales
Supay en América andina
Mictecacihuatl en Mesoamérica
Maquetaurie Guayaba en el Caribe taíno
La rememoración de la voz poética prescinde del tiempo y espacio para afirmar verdades sobre el amor y la vida. En este sentido, el arco poético de la vida de Nitza se convierte en un espiral. Su travesía nos recuerda a lo que Mircea Eliade llama el mito del eterno retorno, a una historia de orígenes sagrados sobre la historia y las ideas que nos originan. A través de Travesía en espiral se regresa a los mitos patrios, las personas, los espacios históricos e íntimos que forjan las utopías del pasado y demarcan las teleologías de futuro. Como explica la voz poética desde el comienzo del libro, “Siempre he percibido la vida como un espiral”. Tal ocurre cuando rememora el encuentro con sus amados amigos en “Elogio a la amistad”:
Hablar y condensar en cinco horas
y una más entre paréntesis,
los caminos zigzagueantes y espirales recorridos largos caracoles milenarios,
sintiendo de golpe en nuestras frentes
la brisa refrescante
de dulces primaveras que se asoman
y anuncian otras nuevas a la historia.
Esta es sin duda una Travesía en espiral por la Tierra, en el amor y el universo. En ella hay poemas al compañero amado, Roberto Amílcar Delgado Ramos (alias Cate), a los amigos que partieron al infinito, como Dalida Colón Pieretti y Mary Katherine Boncher, a las caminatas por la Sierra de Luquillo por los bosques coníferos de Oregón, a las causas justas en contra de los crímenes del capitalismo tardío. Más allá de estos asuntos de trascendencia, hay una honestidad con los procesos de entropía y desgaste de la materia. Esta es una voz poética que enfrenta la escatología del ser con fascinación y desprendimiento:
no es resucitar a alguien de los brazos de la muerte
es resucitar raíces de los buenos ancestros dentro tu alma
resucitar a los empobrecidos de la tierra para hacer justicia
resucitar de tu propio laberinto
para encender las estrellas sembradas en tu pecho
La poeta vislumbra que a pesar de los dolores de la corporeidad —y del alma— hay una energía vital imparable, inconmensurable, una apuesta al regreso con la energía cósmica: “Al conjuro de estos versos / descubro polvo de estrellas en mis manos”. Este poemario de Nitza M. Hernández se une a otra poesía puertorriqueña que explora las posibilidades de la espiritualidad desde una poética contemplativa, meditativa y algo panteísta, como la de Ivonne Ochart en El libro del agua (1996), o la de Zoé Jiménez Corretjer en El cantar de la memoria (2015). Esta poesía nos invita a sondar la infinitud cuántica, a coquetear con la posibilidad de unir lo inteligible del ser con las bandas y gases del cosmos, a concebir el amor como una fuerza indestructible. O, simplemente, a un reconocimiento de la fractalidad de la existencia.
*El jueves 25 de abril del 2024, a las 3:00 pm, Nitza nos acompaña en Alapoesía por Radio Universisdad de Puerto Rico para suminornos la fractalidad de sus versos.
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